imagen: sin título. Beneyto

imagen: sin título. Beneyto
Óleo. sin título.(1983) Beneyto

lunes, 7 de septiembre de 2015

Iván Teruel


 


Iván Teruel es de Girona, es Licenciado en Filología Hispánica.
Como investigador, es responsable de una edición crítica de la Historia oriental de las peregrinaciones, del viajero portugués Mendes Pinto, así como del ensayo El Perú escindido, un estudio en el que se analizan las propuestas estéticas e ideológicas divergentes de dos de los escritores más representativos de la literatura peruana del siglo XX: José María Arguedas y Mario Vargas Llosa.
 
Ha publicado
· El Perú escindido: antagonismo estético e ideológico entre Arguedas y Vargas Llosa (Irreverentes, 2012)

· El oscuro relieve del tiempo (Edicions Cal·lígraf, 2015)
Ha formado parte de las antologías Tiempo de relatos (2009), Mar de Pirañas (2012), De antología (2013) o La carne despierta (2013).

 
El oscuro relieve del tiempo es un conjunto de relatos y microrrelatos en el que se abordan, a través de la recreación de atmósferas densas y opresivas, algunos temas como la incomunicación, el sexo, la violencia, el miedo o la cobardía. El campo de batalla de las relaciones humanas, al fin y al cabo. Pero siempre con el tiempo al fondo, ejerciendo de testigo incesante y circular. El tiempo como resorte de un engranaje que nos lleva y nos trae en medio de ese conflicto permanente, un escenario donde quedan expuestas las diferentes aristas de la condición humana.


Mantiene el blog La tijera de Lish (o la pistola de Chéjov)

Aquí podemos leer una breve entrevista a Iván Teruel, por Rosa Yáñez para la “Revista de lo Breve” Internacional Microcuentista 

Y aquí podemos leer alguno de sus microrrelatos de “El oscuro relieve del tiempo”



CANTO DE CISNE



El joven traga saliva y sigue conduciendo. Ella, a su lado, convertida de pronto en presente y patria que se escurren. Sus palabras todavía humean. Él calibra su tristeza y su rabia, las sopesa. Y con ellas va a buscar su voz a las aguas de un cenote, porque así le sale cuando empieza a cantar: líquida y subterránea. El joven amasa el aire con cada nota, paladea cada sílaba, domina el espacio, suspende el tiempo: moldea su dolor. Y la canción va cogiendo vuelo, se hace tensa, parece a punto de reventar. Ella lo mira asombrada, se pregunta cómo puede ocurrir.

Él desciende de nuevo, regresa al cenote. Ahora parece más abatido, más blando. Los ojos se le vuelven húmedos. La mirada se le va lejos. Pero enseguida recupera vuelo y vigor. Su voz se balancea ligeramente hacia atrás. Toma impulso. Se va otra vez al límite. Y comienza a rodar vertiginosa, rodar hacia arriba. El joven empieza a llorar. Las lágrimas también se hacen nota y aire. Y entonces la voz sale en estampida, lo resquebraja todo a su paso, se vuelve una víscera vibrante. Y hay algo que cede. Un lastre que se suelta. Y ahora la voz emerge limpia, algodonosa, bella, prodigiosamente bella. En ese momento, el coche se va desviando hacia un lado. Ella, dominada todavía por el estupor, ni siquiera es capaz de percibirlo. 



EL REVERSO DE LA HERIDA



Hay un silencio de ídolo caído, a pesar del rugido del motor. El chico de quince años, desde el asiento de atrás, observa el perfil mineral de sus tíos. Y sigue concentrado en ese silencio como de algas que anestesia momentáneamente su memoria. De repente, despunta un sonido delgado y grotesco que rompe ese equilibrio. Una pieza desajustada de la furgoneta, quizás. El sonido es la hoja desdentada de una sierra, la risa de un duende esquizofrénico. El ruidito persiste, en el tiempo y en su ridiculez. E irrumpe, efervescente, en la cabeza del chico, quien comienza a experimentar un cosquilleo intenso por detrás de la nariz.

A continuación viene la mueca: se abren las aletas nasales, las comisuras de los labios se estiran y las cejas se arrugan. El chico intenta contener una fuerza que arranca desde algún lugar oscuro, impulsada por el chirrido cínico y persistente. Pero es inútil, porque se trata del reverso de la herida. El estallido es inevitable. Al chico primero se le escapa una risa nerviosa, acompañada de un movimiento frenético de hombros. Sin embargo, ese sonido de rueda pinchada va abriéndose lentamente. Y se retrae para tomar impulso: se desplaza hacia la epiglotis, hacia la laringe, hacia la conciencia. Desde esas profundidades, la risa emerge de otra forma, inflada y llena de aristas, resquebrajada, también, e impregna el interior de la furgoneta de un relieve macabro. Ahora es una risa gigantesca y negra. 

            La tía, entonces, se vuelve ligeramente: ha empezado a llorar otra vez. El tío conserva su perfil mineral, mientras aminora la marcha, realiza un par de maniobras y estaciona la furgoneta. El ruidito por fin cesa. La carcajada, también. Y se impone de nuevo el silencio, aunque ya no sea el mismo. Los tres bajan del vehículo. Abrazados y cabizbajos, se encaminan hacia la entrada del cementerio.
La tía, entonces, se vuelve ligeramente: ha empezado a llorar otra vez. El tío conserva su perfil mineral, mientras aminora la marcha, realiza un par de maniobras y estaciona la furgoneta. El ruidito por fin cesa. La carcajada, también. Y se impone de nuevo el silencio, aunque ya no sea el mismo. Los tres bajan del vehículo. Abrazados y cabizbajos, se encaminan hacia la entrada del cementerio.



1 comentario:

  1. Blogger sentir1907 dijo...
    Lo que más envidio de Iván es su carrera , yo de siempre quise hacer ( fué mi ilusión ) Filología Hispánica y al final .........nada. La literatura me absorbe de siempre pero bueno , me conformo y me " quito el mono " leyendo bastante.
    Saludos ¡¡

    7 de septiembre de 2015, 15:18 Eliminar

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